LA BARCA DE DANTE Y EL CANTO VIII DE LA DIVINA COMEDIA "EL INFIERNO"

La barca de Dante, literatura y arte del misterio


Como historiadora del arte, me fascina la capacidad que tiene el ser humano de crear obras sublimes, bellas e incomparables. Sin embargo, como nos encanta hacer comparaciones, podemos comparar el arte con la literatura, por ejemplo. 
En estas líneas me propongo equiparar el Canto VIII del Infierno, perteneciente a la Divina Comedia de Dante Alighieri, obra del siglo XIII, con el óleo sobre lienzo realizado por el pintor del Romanticismo francés Eugène Delacroix, titulado La barca de Dante (1822).
Para ello analizaré las particularidades de la obra literaria y las características pictóricas del cuadro a nivel de composición, mediante el tratamiento de la luz, el color y el espacio.
Dante precisó lo que entendía por "Comedia": Una especie de canto en lenguaje común y que difiere de la tragedia en la medida en que empieza con lo que de más complicado hay en una acción y en que todo termina felizmente (en este caso, en el Paraíso).

Dante Alighieri
LA DIVINA COMEDIA

"INFIERNO"

Canto VIII

Digo, continuando, que mucho antes de llegar al pie de la elevada torre, nuestros ojos se fijaron en su parte más alta, a causa de dos lucecitas que allí vimos, y otra que correspondía a estas dos, pero desde tan lejos, que apenas podía distinguirse. Entonces, dirigiéndome hacia el mar de toda ciencia, dije:
—¿Qué significan esas llamas? ¿Qué responde aquella otra, y quiénes son los que hacen esas señales?
Respondióme:
—Sobre esas aguas fangosas puedes ver lo que ha de venir, si es que no te lo ocultan los vapores del pantano.
Jamás cuerda alguna despidió una flecha que corriese por el aire con tanta velocidad, como una navecilla que vi surcando las aguas en nuestra dirección, gobernada por un solo remero que gritaba: “¿Has llegado ya, alma vil?”
—Flegias, Flegias, gritas en vano esta vez —dijo mi Señor— no nos tendrás en tu poder más tiempo que el necesario para pasar la laguna.
Flegias, conteniendo su cólera, hizo lo que un hombre a quien descubren que ha sido víctima de un engaño, ocasionándole esto un dolor profundo. Mi guía saltó a la barca y me hizo entrar en ella tras él; pero aquella no pareció ir cargada hasta que recibió mi peso. En cuanto ambos estuvimos dentro, la antigua proa partió trazando en el agua una estela más profunda de lo que solía cuando llevaba otros pasajeros. Mientras recorríamos aquel canal de agua estancada, se me presentó una sombra llena de lodo, y me preguntó:
—¿Quién eres tú, que vienes antes de tiempo?
A lo que contesté:
—Si he venido, no es para permanecer aquí; mas dime: ¿Quién eres tú, que tan sucio estás?
Respondióme:
—Ya ves que soy uno de los que lloran.
Y yo a él:
—¡Permanece, pues, entre el llanto y la desolación, espíritu maldito! Te conozco aunque estés tan enlodado.
Entonces extendió sus manos hacia la barca, pero mi prudente Maestro le rechazó diciendo:
—Vete de aquí con los otros perros.
Enseguida rodeó mi cuello con sus brazos, me besó en el rostro y me dijo:
—Alma desdeñosa, ¡bendita aquella que te llevó en su seno! Ese que ves fue en el mundo una persona soberbia; ninguna virtud ha honrado su memoria, por lo que su sombra está siempre furiosa. ¡Cuántos se tienen allá arriba por grandes reyes, que se verán sumidos como cerdos en este pantano, sin dejar en pos de sí más que horribles desprecios!
Y yo:
—Maestro antes de salir de este lago, desearía en gran manera ver a ese pecador sumergido en el fango.
Y él a mí:
—Antes de que veas la orilla, quedarás satisfecho: convendrá que goces de ese deseo.
Poco después, le vi acometido de tal modo por las demás sombras cenagosas, que aún alaba a Dios y le doy gracias por ello. Todas gritaban: "¡A Felipe Argenti!" Este florentino, espíritu orgulloso, se revolvía contra sí mismo, destrozándose con sus dientes. Dejémosle allí, pues no pienso ocuparme más de él. Después vino a herir mis oídos un lamento doloroso, por lo cual miré con más atención en torno mío. El buen Maestro me dijo:
—Hijo mío, ya estamos cerca de la ciudad que se llama Dite, sus habitantes pecaron gravemente y son muy numerosos.
Y yo le respondí:
—Ya distingo en el fondo del valle sus torres bermejas, como si salieran de entre llamas.
A lo cual me contestó:
—El fuego eterno que interiormente las abrasa, les comunica el rojo color que ver en ese bajo infierno.
Al fin entramos en los profundos fosos que ciñen aquella desolada tierra: las murallas me parecían de hierro. Llegamos, no sin haber dado antes un gran rodeo, a un sitio en que el barquero nos dijo en alta voz: "Salid, he aquí la entrada". Vi sobre las puertas más de mil espíritus, caídos del cielo como una lluvia, que decían con ira:
"¿Quién es ése que sin haber muerto anda por el reino de los muertos?" Mi sabio Maestro hizo un ademán expresando que quería hablarles en secreto. Entonces contuvieron un poco su cólera y respondieron: "Ven tú solo, y que se vaya aquel que tan audazmente entró en este reino. Que se vuelva solo por el camino que ha emprendido locamente: que lo intente, si sabe; porque tú, que le has guiado por esta obscura comarca, te has de quedar aquí".
Juzga, lector, si estaría yo tranquilo al oír aquellas palabras malditas: no creí volver nunca a la Tierra.
—¡Oh, mi guía querido!, tú que más de siete veces me has devuelto la tranquilidad y librado de los grandes peligros con que he tropezado, no me dejes le dije tan abatido: si nos está prohibido avanzar más, volvamos inmediatamente sobre nuestros pasos.
Y aquel señor que allí me había llevado me dijo:
—No temas, pues nadie puede cerrarnos el paso que Dios nos ha abierto. Aguárdame aquí: reanima tu abatido espíritu y alimenta una grata esperanza, que yo no te dejaré en este bajo mundo.
Enseguida se fue el dulce Padre, y me dejó solo. Permanecí en una gran incertidumbre, agitándose el sí y el no en mi cabeza.
No pude oír lo que les propuso; pero habló poco tiempo con ellos, y todos a una corrieron hacia la ciudad. Nuestros enemigos dieron con las puertas en el rostro a mi Señor, que se quedó fuera, y se dirigió lentamente hacia donde yo estaba. Tenía los ojos inclinados, sin dar señales de atrevimiento, y decía entre suspiros: "¿Quién me ha impedido la entrada en la mansión de los dolores?" Y dirigiéndose a mí.
—Si estoy irritado —me dijo—, no te inquietes; yo saldré victorioso de esta prueba, cualesquiera que sean los que se opongan a nuestra entrada. Su temeridad no es nueva: ya la demostraron ante una puerta menos secreta, que se encuentra todavía sin cerradura. Ya has visto sobre ella la inscripción de muerte. Pero más acá de esa puerta, descendiendo la montaña y pasando por los círculos sin necesidad de guía, viene uno que nos abrirá la ciudad.

LA ARQUITECTURA DEL POEMA

* Se trata de un poema épico-teológico del siglo XIII, a la vez puente que separa y enlaza la Edad Media y la Edad Moderna. Puede considerarse una gran epopeya.
* La narración es alegórica, en verso o prosa poética, de una gran precisión y fuerza dramática.
* El poema sigue bastante fielmente las reglas del arte poético, que entonces imperaba, en especial la unidad de objeto o fin, y la unidad de desarrollo.
* La obra completa consta de un canto de introducción y de treinta y tres cantos para cada una de las tres partes (Infierno, Purgatorio, Paraíso).
* Es una composición simbólica, donde es importante el número 3, considerado como el "número perfecto", por ser el número de la Santísima Trinidad.
* La arquitectura del poema y por tanto del mundo de ultratumba que Dante visita, parece responder a la concepción cósmica del sistema ptolemaico-cristiano, que en su tiempo se tenía por verdadera.
* A lo largo de la obra se utilizan metáforas, ironías y comparaciones.
* El protagonista habla en primera persona.
* La acción se desarrolla en presente (aunque el tiempo no se determina de una manera directa, pero según Dante todo se da en un período de 24 horas).
* Dante, como protagonista se alza como un héroe errante, en un viaje transpersonal, que tiene tres momentos: El Infierno, que puede relacionarse con el sentimiento de catarsis; el Purgatorio, relacionado con la introspección; y el Paraíso, relacionado con la contemplación.
* Estos tres sentimientos: Catarsis, introspección y contemplación, forman parte también de las bases del arte del Romanticismo, tiempo en el que Delacroix pinta La barca de Dante.
* Analizando el texto, vemos que Dante transmite el sentimiento de catarsis en sus versos. Entendida como una fuerte e incontrolada reacción emocional que va acompañada del recuerdo traumático inicial.
* La explosión de la catarsis es el Infierno. La persona pierde temporalmente el control y queda a merced de sus reacciones emocionales. En esos momentos es furia o tristeza, odio o confusión.
* La estancia en el Infierno define el dolor en medio de la absoluta desesperanza. Infierno= dolor sin expectativa.
* Dante se mueve entre lo excelso y lo grotesco, la materia y el espíritu, el horror ante el mal y la aspiración a la belleza.

EL ESPACIO INESTABLE DE LA PINTURA

La elección de un texto literario de finales de la Edad Media en vez de un texto contemporáneo de la época de Delacroix (Romanticismo), destaca la predilección de este pintor y otros artistas de su tiempo por inspirarse en las obras más ambiciosas de escritores tan diversos como Dante, Shakespeare, Goethe o Byron, cuyas obras tenían una atmósfera de misterio.

La barca de Dante. Delacroix

La fuerte carga dramática del texto de Dante se traduce en este cuadro en ritmos agitados y envolventes que gobiernan un espacio inestable en el que se mueven las figuras expresivamente, reflejando en la composición una inquietud monumental.
Se transmite el movimiento y el dinamismo en las líneas convulsas y ondulantes de las pinceladas.
La inestabilidad no se extiende en todas direcciones a la vez, ni introduce una fuerza de coherencia generalizada, y el resultado inmediato es la incertidumbre dentro de cuadro. Pero al igual que hay un equilibrio compositivo en el texto de Dante, también hay un equilibrio en el cuadro de Delacroix, aunque a primera vista no se note y veamos una composición agitada.
Al trazar una diagonal desde la esquina inferior derecha, hasta la superior izquierda, y otra desde la esquina inferior izquierda, hasta la superior derecha, es la figura de Virgilio la que centra la composición, subrayando así la importancia que tiene en el texto de Dante, en el que representa a la razón.

LAS OBRAS DEL ROMANTICISMO POSEÍAN UNA ATMÓSFERA DE MISTERIO

EL COLOR Y LA ADJETIVACIÓN

La paleta de la pintura está compuesta por colores cálidos.
En los desnudos se combina virilidad, con fecundidad. Colores de la carne y tonos rojizos y anaranjados.
Las almas de los condenados reflejan no solo un desasosiego colosal y una musculatura sobrehumana, sino también las energías corpóreas de los desnudos más vigorosos. El uso del color enfatiza el significado de las palabras del texto, y las palabras dan forma al color.
A pesar de la oscuridad de la pintura, hay un vibrante entrelazado de trazos de tonalidades cálidas, consiguiendo que las figuras y el ambiente parezcan unirse en un velo, donde la soltura de contornos y de pinceladas son símbolo de un estilo indisciplinado y rebelde.

EL COMPONENTE DRAMÁTICO DEL TEXTO Y EL TRATAMIENTO LUMÍNICO Y ATMOSFÉRICO DE LA PINTURA

Fuerte carga dramática. En cada línea de la obra de Dante vislumbramos la interioridad psíquica de los personajes y del propio Dante como protagonista.
Esto en la pintura se traduce en una gran teatralidad de los gestos ante una situación dramática.
La expresividad del poema tiene que ver con la psiquis de los personajes.
El marcado carácter dramático de las emociones como odio, rencor o desesperación, se traduce en la pintura en una agitación y en un convulso ritmo pictórico, con gran energía corporal de los desnudos.
Se muestra la imagen de la humanidad reducida a un estado de desesperación animal, en un ambiente abrumadoramente hostil.
Se acentúa el fuerte carácter lumínico en una atmósfera densa, misteriosa, utilizando la luz y el claroscuro de una manera elocuente para resaltar las expresiones, miradas y gesticulaciones de los personajes.

CONCLUSIONES

La expresividad trágica y dolorosa de la obra de Dante, en la que deja traslucir fuertes e intensas emociones interiores, así como un gran dramatismo, da como resultado una pintura sorprendentemente expresiva, pero también sensual y palpable, cargada de misterio, fusionando los colores cálidos con las tinieblas claroscuristas y la presencia más inmediata y táctil de la carne colvulsa.
Ambas obras de arte transmiten perfectamente infinidad de sentimientos, emociones, agitándonos por dentro y dejando huella en nuestras impresiones.