SAN SEBASTIÁN DEL MUSEO DEL PRADO

LA ESPIRITUALIDAD HECHA ARTE


Hoy voy a hablaros del cuadro de San Sebastián, obra de "El Greco", que actualmente se encuentra en el Museo del Prado.
Cuando yo comencé a investigar sobre esta obra de arte para un trabajo de la facultad, internet no tenía muchos años de vida y prácticamente no había información sobre las vicisitudes de esta pintura, por lo que tuve que buscar y rebuscar en la bibliotecas. La particularidad de esta obra de arte es que está partida en dos partes. Pero todo a su tiempo. Antes os hablaré un poco sobre El Greco.

San Sebastián del Museo del Prado. El Greco.

El Greco

Desarrolla una obra muy personal. No tiene seguidores, aunque su hijo Jorge Manuel intentó seguir su estilo, pero no tuvo éxito como pintor.
Domenicos Theotocopoulos nace en Creta en 1541 y muere en Toledo en 1614. 


Hombre culto y atento al devenir intelectual de su época, refleja en su obra, con profundidad religiosa, los presupuestos de la Contrarreforma. Su pintura muestra una enorme originalidad y fuerza expresiva.
Como artista, se movió en la Italia pontificia de Pío V y Gregorio XIII y en la España de Felipe II y Felipe III. Vivió y trabajó durante el período más prolongado de su existencia en dos de las urbes, Roma y Toledo, más representativas de la Contrarreforma católica.
Por medio del arte, acentuaba el dinamismo vital de esa naturaleza, su complejidad, su variedad, su integración en un todo, incluso su belleza. La estilización, las poses escorzadas, los formulismos compositivos de las figuras o los grupos son recursos necesarios para ello. El espectador debe quedar integrado, próximo o inserto en la ficción, en el espacio de la imitación. La visión de los sujetos dependerá de nuestro punto de vista.
El Greco revolucionó el tipo de retablo tradicional, convirtiéndolo en el soporte que resaltaba la importancia de unos lienzos de desusado tamaño, verdaderos protagonistas de la composición global. A pesar del empleo, como fuentes de sus invenciones, de modelos precedentes de estampas de Durero o esculturas de Miguel Ángel, el resultado era completamente nuevo. Las figuras de tamaño casi natural presentaban una corporeidad y una proximidad desconocidas en España hasta la fecha, basadas en el relieve, la iluminación contrastada, el color pleno, el movimiento extremado pero orgánico, que hacían de sus cuadros un rabioso sucedáneo de la propia realidad, de la imaginación hecha realidad, no meramente la representación artística de unas imágenes sacras.
Colorista audaz y gran efectista, antecesor de los impresionistas y simbolistas, la acusada apariencia antinatural de su mundo, por la forma, el color y la luz, es una creación esencialmente personal a pesar de que pertenezca al pensamiento y arte manieristas. Buscó efectos inigualados de contrastes centelleantes de color y luz que contribuyen a crear su sorprendente y espectral ambiente. La exagerada musculatura de las escuelas italianas se abandona en beneficio de la expresión dentro del perfecto espíritu de la Contrarreforma, del ascetismo de ciertos tipos de penitentes y mártires. Las figuras incorpóreas son el elemento fundamental de la evocación del mundo sobrenatural en los últimos cuadros religiosos. Se trata de la espiritualidad hecha arte. En su etapa de vejez abandona los colores cálidos y se centra en los colores fríos con reflejos metálicos.
Le queda de Tintoretto el cánon estilizado de las figuras y el toque de la luz. Atmósferas irreales, sugerentes. De Tiziano, el color cálido. De Miguel Ángel, los cuerpos musculosos.
Su estilo está marcado por el misticismo y la espiritualidad. En sus cuadros suprime cualquier referencia espacial al trabajar con un fondo neutro, indeterminado. Su neoplatonismo es bastante claro. Interés por suprimir todo lo superfluo, gusto por las dificultades, que al ser superadas engendran gracia: belleza superior. Predilección por la variedad frente a la unidad, principio artístico de tradición aristotélica. Doble tratamiento formal y estilístico, según corresponda la representación a una u otra esfera de la realidad sensible o suprasensible.
La representación de lo natural se encaminará hacia la representación de lo fenoménico visual de manera esencialmente pictórica. La representación de lo sobrenatural partirá de esta visión y esta forma, para mejorarse a través de un proceso que incluirá una iluminación, una descorporeización y un embellecimiento fundado en la reproducción de un estado de "gracia" que consigue por medio del escorzo y el alargamiento y la irradiación hacia el exterior de la luz interior.


Historia de la obra


Según algunos investigadores, esta obra fue realizada en su taller con sus ayudantes —aunque existen algunas discrepancias al respecto, ya que otros autores señalan este hecho como poco probable—, y El Greco pudo pintar este cuadro para su capilla funeraria, puesto que en el inventario de sus bienes se mencionan cuatro versiones sobre este tema, que es una imagen muy recurrente en su producción.
Por lo que parece, en algún momento del pasado, el lienzo fue mutilado, debido a una herencia familiar, y las dos partes del mismo corrieron diferente suerte. En su momento para mí fue difícil hallar testimonios acerca de las manos por las que fueron pasando con el transcurrir del tiempo, hasta que la condesa viuda de Mora y marquesa de Casa-Riera regaló el fragmento superior de esta obra al Museo del Prado en diciembre de 1959, en memoria de su padre el marqués de Casa-Torres. La parte inferior, un fragmento con unas piernas, que se sospechaba que eran de un San Sebastián, apareció en una colección sevillana en 1962, debido a que el sastre Millán Delgado descubrió el cuadro del Greco. Aficionado a la pintura antigua, adquirió un lienzo con un confuso motivo religioso y pésimo estado de conservación. A continuación, descubrió otra pintura subyacente y tras una esmerada limpieza, aparecieron unas piernas, siendo comprado posteriormente por orden ministerial por el Museo del Prado en 1987 a don José Osinalde Peñagaricano (pagando 7 millones de las antiguas pesetas).
Actualmente ambas mitades están entablilladas. Faltan también los dos fragmentos laterales de la parte superior, pues era costumbre usual en la época el recortarlos para encajar las obras en espacios determinados.

Análisis técnico de la obra de arte

 

-Título del cuadro: San Sebastián
-Autor: Domenicos Theotocopoulos "El Greco" (1540-1614)
-Pintura española s. XVI. Manierismo.
-Actualmente se encuentra en el museo del Prado
-Nº Catálogo: 3002 y 7186
-Dimensiones: Alto: 201,5 cm.; Ancho: 111,5 cm.
-Tipo de cuadro: Óleo sobre lienzo
-Fecha de la obra: Hacia 1610-1614, última época del Greco.

Composición

 

Fondo de nubes tempestuosas que dotan a la imagen de una atmósfera casi irreal y fantasmagórica. Los cielos del Greco no sugieren jamás la luz y la atmósfera reales; no tienen existencia física. Espiritualidad en estado puro. La figura del santo repite el esquema habitual en las representaciones de santos aislados, desarrollada por el Greco, al colocar al personaje en primer plano. Sentido monumental de la figura, que ocupa casi todo el soporte. Silueta de cánon alargado, sinuoso y de contornos ondulantes e irregulares, que se alza como un gigante en medio del paisaje atado al poste que es el eje de la composición, dividiendo el cuadro en dos partes simétricas. Como la mayoría de sus composiciones de época madura, debe considerarse como la suprema expresión del misticismo manierista.
Además del espacio irreal y del alargamiento del cuerpo humano, el manierismo del Greco reside en la rareza del ambiente en que representa sus escenas y en la ácida brillantez de su extraño colorido.
El santo eleva los ojos húmedos hacia el cielo, en una mirada estática fuera del cuadro, con una expresión intensa, pero ausente de dolor, sin drama, de quien soporta el martirio con serenidad y heroicidad, aceptando su destino, aunque en sus ojos se lea una profunda plegaria. Influencias de la corriente italiana. Tratamiento plástico, cierta melancolía y dulzura en el rostro. Huida hacia las regiones del espíritu, alejándose de las realidades físicas de la existencia. Profundiza en el carácter espiritual y psicológico del personaje. La enérgica figura masculina del santo, tiene en su postura cierto contraposto, descargando su peso en la pierna izquierda y dejando exonerada la derecha, con una clara sintaxis clásica. Las flechas intentan crear la ilusión de cierta perspectiva.
Esta obra de arte posee una nerviosa intensidad en las pinceladas, pletóricas de forma y significación. El paño de pureza está tratado como una gasa, sin apenas densidad, dispuesto en la misma forma que en las representaciones clasicistas, y la figura parece tener su propia luz interior y cobra un extraño movimiento estático, que le confiere una intensidad expresiva, como una creación del interior de la mente; como alma que recibe la luz divina. Estas sensaciones se refuerzan mediante el empleo de detalles realistas que certifican la distancia con la realidad natural. La parte inferior del cuadro, posee un horizonte muy bajo sobre el río Tajo, que deja vislumbrar como en una aparición la ciudad de Toledo, de la cual el pintor amaba su aspecto áspero y profundamente dramático, en una interpretación intensamente personal y emblemática de la misma, entre un terreno de árboles y peñascos de siluetas espectrales en tonos ocres, verdosos y grisáceos, que confieren profundidad a la composición.
La escena panorámica era la fórmula corriente de los pintores nórdicos, flamencos y alemanes. Concepto de belleza neoplatónica. Importancia conferida a la luz, que parece ser contemplada con un interés que va más allá del puramente científico, como fenómeno físico y natural, para ser poseedora de un valor trascendente y metafísico.
Para el Greco, la pintura es una ciencia especulativa, de investigación subjetiva de la naturaleza que se manifiesta como fenómeno visual, como realidad vista a través del color y la luz. Los reflejos de luces y sombras de la representación, en diferentes matices, son los que van creando la musculatura del santo con una gran capacidad técnica para lograr un acabado espontáneo. Puede observarse que el pie derecho aparece bastante deformado, como si la figura no tuviera osamenta en su interior. Representa su espiritualidad. Sentido pictórico de la representación figurativa de origen veneciano. La imagen es una visión interior e intelectual de fuertes ribetes patéticos. Deudor del manierismo italiano, con un carácter intelectual que desde el principio asume la imagen del santo, que se transforma en visión estática y mística. Ejemplificación metafísica de la luz, muy acorde con los textos de los místicos e interpretación del sentimiento religioso basada en la imagen mental y en el contacto directo del fiel con Dios. Este santo, como muchos otros, sufre una repetición o seriación, de acuerdo con los postulados de la Contrarreforma. Negación de la idea de la imagen con fines estrictamente devocionales, concibiéndose la figura como mera referencia abstracta, perdida y enajenada en medio de la luz y del color. Primacía del color sobre el dibujo. Sentimiento exacerbado y crítico de la religión, como era el de la Contrarreforma.

Análisis temático e iconografía de esta obra de arte

 

La imagen representa a San Sebastián atado a un tronco de árbol, con su cuerpo atravesado por varias flechas. El motivo de que se le represente así es a causa del tipo de muerte que sufrió, según cuenta la tradición.
La vida de este santo la relató el arzobispo y hagiógrafo Jacobo de la Vorágine en su Leyenda Dorada.
Historias que fueron muy utilizadas después como fuente literaria por diferentes artistas en sus pinturas.
Su historia es la siguiente:
San Sebastián, nacido en las Galias, en la localidad de Narbona y criado en Milán, era centurión en los tiempos del emperador Diocleciano (emperador romano desde el año 284 al 305) y su oficio consistiía en dar escolta a los emperadores.
Sebastián ingresa en el ejército para ayudar a sus compañeros cristianos, y Diocleciano, ignorándolo, le asciende a capitán de los pretorianos. Durante la persecución, alerta a sus amigos Marcos y Marcelino, a permanecer fieles a la fe cristiana, y entonces es denunciado. Se enfrenta al emperador reprochándole las persecuciones, y Diocleciano lo manda atar a un poste en el centro del campo de Marte, desnudo y los arqueros lo acribillan a flechazos. Según Jacobo de la Vorágine "lo dejaron convertido en una especie de erizo". Pero Sebastián no muere ya que alguien (según algunas fuentes Santa Irene), lo desata y le cura sus heridas. Una vez restablecido, continúa su misión de reprochar la crueldad del emperador hacia los cristianos. Entonces se presenta de nuevo ante su presencia. Diocleciano, asombrado porque le creía muerto, da orden de flagelarlo y de molerlo a palos, hasta confirmar su muerte. Luego, para que los cristianos no pudieran recuperar su cuerpo, es arrojado a la Cloaca Máxima de Roma, pero se queda enganchado en un garfio. Entonces, se aparece a Santa Lucina mientras esta dormía, para que le den santa sepultura. Según la tradición le entierran en las catacumbas, a los pies de los sepulcros de Pedro y Pablo. El día de su muerte parece ser que fue el 20 de enero del año 288 y en el año 367 el Papa Dámaso erigió sobre su sepultura una basílica que hoy es una de las siete iglesias de peregrinación de Roma (San Sebastiano).
Hay que diferenciar dos martirios de San Sebastián, el primero, más popular, del cual escapa, y el último, menos noble y pictórico, que los artistas han preferido ignorar.
Las representaciones más frecuentes de San Sebastián son como un joven semidesnudo, atado a un árbol, con el cuerpo lleno de flechas y el rostro implorante hacia el cielo. Sus atributos son las flechas y las vinculaciones y otros significados que se le pueden añadir son:
Asociación con Apolo, no sólo por su belleza corporal, sino por el simbolismo de las flechas, que se asocia a la peste. Apolo mismo tenía la facultad de extenderla con sus flechas. Por eso San Sebastián es invocado contra la peste y puede aparecer en asociación con San Roque en retablos o representaciones antipestíferas. También puede aparecer con Santa Catalina en su advocación de atleta de Cristo y defensor de la fe. Durante siglos fue el patrón más venerado contra la peste, porque en el año 680 en Roma, una epidemia de peste acabó después de que hubieran llevado en procesión por la ciudad reliquias del santo. Es el tercen patrón de Roma después de Pedro y Pablo.
Los pintores, habitualmente utilizaron el primer martirio para su iconografía en el arte, ignorando totalmente el segundo. Ya desde el Renacimiento italiano, es común presentar a Sebastián sin ropas, atado a la columna y atravesado de flechas, pretexto artístico que los artistas emplearon para recrearse en el estudio del cuerpo desnudo.
En las representaciones del primer milenio, viste la clámide militar, como correspondía a su cargo, y siempre aparece imberbe. Durante el gótico le vemos con armadura de mallas a la moda de la época, pero pronto aparece con el rico traje de los nobles palatinos de entonces y generalmente con barba. El antiguo traje militar de los romanos reaparece muy entrado en el Renacimiento. Aunque desde ese momento es mucho más frecuente representarlo desnudo en el momento de ser asaeteado. El tributo antiguo es una corona de flores en la mano. El atributo personal, desde la Edad Media, es una saeta y el arco entre sus manos. Desde el siglo XV los artistas han preferido presentarlo desnudo, como un joven imberbe, con las manos atadas al tronco de un árbol que tiene detrás y ofreciendo su noble torso a las saetas del verdugo.
Las flechas, que fueron el instrumento del suplicio de San Sebastián, se acaban convirtiendo en su atributo. Patronazgo de numerosas corporaciones, como arqueros, ballesteros, tapiceros (porque las flechas que lo erizaban parecían gruesas agujas de tapicería) y de los vendedores de hierro (ya que las puntas de flecha eran de hierro) como un verdadero ejercicio de asociación de ideas.
En esta representación se puede apreciar la espiritualidad del santo reflejada en el arte de la pintura por un gran maestro como fue “El Greco”.